POESÍA

La Tunda

Narraciones en Versos Folklore Esmeraldeño Nelson Estupiñán Bass

LA TUNDA

I

Dejando atrás la bocana

se fue la Ambrosía hacia adentro.

Crueles, sin alma, las piedras

en los pies se le incrustaba.

Mas la negra caminaba

para adentro del estero,

avanzando indiferente

por el agua de cristal.

II

Aunque sus aguas se iban

lentamente para abajo,

el estero era un pintor

que retrataba a esa hora

el paisaje en su esplendor.

En una vega, los guabos

agitaban en el viento,

como culebras, sus guabas.

En la opuesta, un naranjal

pregonaba su cosecha

en el potrero aturdido

con semejante fragancia.

III

Niños descalzos derriban

papayas casi maduras,

y salen todos corriendo

al mirar el propietario,

dejando todo caer

en el estero sus risas.

Más adentro muelen caña,

están haciendo panela,

azucarado está el aire,

azucarado el paisaje,

azucarados los brazos,

el trapiche, azucarado.

IV

La Ambrosia sigue hacia adentro,

llevando envuelto en una hoja

de plátano, verde y fresca,

su fiambre de mazato,

y descubierta en la mano,

la batea de lavar oro.

V

¡Ah, mujeres campesinas

de las selvas de Esmeraldas,

que bregan igual a un hombre

sacando trozas de balsa,

cargando tagua en canastos,

o racimos de bananos

bajo los hombros fornidos;

Con el machete y el hacha

en desbrotes o desmontes,

llevando las plantaciones

adentro de la montaña;

luchando a brazo partido

en medio de la maleza;

que si sale una culebra

con valor la despedazan;

que si un tigre es el que sale

y hay que enfrentarlo, lo enfrentan.

[…]

VI

A las cuatro de la tarde

brilla el contento en sus ojos;

un frasco blanco y pequeño

guarda el oro que ha lavado.

Ahora vuelve por la playa,

y al mirar el agua ve

los árboles tiritando

en el fondo del estero.

¡Ay, cómo se llena el rancho

¡Con la rabia de la Ambrosia!

Dice: -¡Este Julio, el travieso,

¡Otra vez se jue pa’abajo!

Lo busca por todas partes;

Julio Ayoví no aparece.

Una vecina le dice:

-Se lo habrá llevao la Tunda,

la pata de molinillo.

VII

Se derrama el comentario

a lo largo y a lo ancho

de la aldea a cuyas puertas

está llamando la sombra.

Poco a poco van subiendo

la indignación y la pena.

Cuando la tarde fallece

en brazos de la pradera,

toda la villa es un puño,

toda la villa está unida

para rescatar a Julio.

[…]

VIII

A niña recién lavada

huele la mañana fresca.

La gente marcha al rescate

del muchacho secuestrado.

Los perros van adelante,

siguen los hombres después

con machetes y escopetas,

y alternando entre unos y otros

corren contentos los niños.

IX

Por en medio de un guandal

un niño rompe la pena,

gritando todo contento:

-¡Por aquí sigue la seña,

¡La pata de molinillo!…

Llega con alas la Ambrosia,

llegan con alas los niños,

con alas llegan los hombres.

Se acercan todos, y en ruedo

ven en la tierra la huella:

La pata de molinillo

junto a un rastro normal.

X

Ladran lejano los perros,

sigue creciendo el contento.

La gente sigue la marcha

pegando al suelo los ojos.

Atraviesan matorrales,

dejan atrás espineros,

Caminan por gualangales.

Sigue ladrando los perros

y honrados cerros devuelven

el eco de sus ladridos.

-¡Tal vez los perros la hallaron!

XI

-¡Vamos rápido al gudual!

Buscan por entre las guadúas,

pero los rastros se pierden

en la maleza apretada.

¡Ay, el gozo de la Ambrosia

¡Se empañó con la tristeza!

Ya llegó la caravana

al ladrido de los perros.

ningún animal se corre,

todos ladran en un punto.

XII

Entonces todos los hombres

se alistan para el ataque,

y cercan un espinero

a fin e que no se escape.

Disparan sus escopetas

al aire, para asustarla

uno grita: -¡Por aquí

¡La Tunda ahorita corrió!

Va la gente hacia el lugar

indicado por el hombre,

pero la Tunda, veloz,

se pierde y nadie la encuentra.

Un muchacho, de entre todos,

se interna en un gran brusquero,

donde se cruzan las sombras

en medio de los bejucos.

Abre el monte con las manos,

se corren las lagartijas,

y pregona desde adentro:

-¡Aquí lo ha dejao la Tunda!

XIII

Entran como un ventarrón,

arrasando la malesa.

allí está Julio Ayoví,

tumbado sobre la tierra,

boca abajo, y atontado.

lo colocan boca arriba,

la Ambrosia lo agarra pronto,

pero el muchacho de nuevo

se vira sobre la tierra.

Como si fuera un salvaje.

XIV

Quiere correr hacia el monte,

huyendo de sus amigos;

pero todos lo detienen,

y entonces rompe a llorar.

De nuevo se desparraman

los ladridos de los perros,

golpeando incansablemente

las paredes de los cerros.

XV

Regresan todos contentos,

la Ambrosia y Julio adelante,

los hombres van sonrientes,

y los perros, acezantes.

Entonces habla el pequeño:

-¡Mamá, si era como usté,

llevaba su mismo traje,

y me llamó por mi nombre,

por eso yo la seguí.

-Comadre, ¿no se lo dije?,

lo interrumpe doña Paula.

¡Esa es la Tunda, la mesma!

XVI

Que en el anteaño pasao,

se me lo trujo al Cirilo…

-Es la mesma, comadrita,

la pata de molinillo.

-¿Y te dio algo de comer?-,

preguntó la madre al chico.

-Bajó al estero, – le dijo-

Trajo camarones crudos,

los metió bajo la falda

y los sacó preparados.

-Ya ve, comadre, es la Tunda,

la pata de molinillo.

XVII

Llevando a Julio adelante,

arrebatado a la Tunda,

otra vez vuelve a la aldea

alegre la caravana.

Nelson Estupiñán Bass

Duelo de Gigantes

Timarán y Cuabú

Producción Gráfica 2001

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