– Duelo de gigantes – Nelson Estupiñán Bass
JUEZ I
EN NOMBRE DE JURADO
Pueblo pongan atención,
que va a empezar la reyerta
entre el gallo de la huerta
y un pollo de otra nación.
El uno es viejo campeón,
como les consta, faculto;
el otro, desde el tumulto,
se abalanzó es este litigio,
tal vez buscando prestigio
enfrentándose a un adulto.
En esta rivalidad
el que pretenda triunfar
nos tendrá que demostrar
garganta de calidad.
No tengo parcialidad,
como lo comprobarán;
al pan yo le llamo pan,
y al desayuno, café.
abra el pico, saque el pie,
y comience, Timarán.
TIMARAN
Ya te habrán contado, negro,
quien es Pedro Timarán
pero si aún no lo sabes
mis cantos te lo dirán.
Yo soy Pedro Timarán,
el gran gallo de Tachina,
a mi la canción me brota
como el agua, cristalina.
A mí en el contrapunteo
ninguno me ningunea;
desde que tengo memoria
no he perdido una pelea.
Y ahora que yo ya te dije
más o menos lo que soy,
preséntate para ver
frente a qué cantor estoy.
CUABU
Mi nombre no te lo digo,
porque no tiene importancia
pero debes ir sabiendo
que detesto la jactancia.
Tú serás un buen cantor,
pero no me gustas mucho,
pues noto que haces tus versos
con formón y con serrucho.
Soy de aquí y de todas partes,
yo marcho de tumbo en tumbo,
y he renunciado a mi patria,
porque mi patria es el mundo.
Soy como el judío errante,
no me importan las banderas,
pues para los hombres pobres
no se han hecho las fronteras.
TIMARÁN
Algo debes haber hecho
para ser un judío errante;
tal eres un mal hijo,
o quizás un mal marchante.
Te has comido una corvina,
o eres tal vez un Caín,
y por eso andas errante
del uno al otro confín.
Pero seas lo que seas,
judío negro, algo me gustas,
y aunque cantes lo que cantes
no pienses que tú me asustas.
[…]
CUABU
En verdad no sospeché
que fueras tu tan cerrado;
está pompo tu cerebro,
porque no lo has afilado.
Te supones que me insultas
diciéndome judío errante;
no sabes que los valientes
son caballeros andante.
[…]
TIMARAN
[…]
No me importa que tú seas
del país o el extranjero;
si aceptas el contrapunteo
has de tener buen gualgüero.
Aquí estamos ambos dos
lo mismo que en nuestra casa,
por eso te desafío
a salir a la pampa rasa.
CUABU
Tanto me lo has reclamado
que allí te aviendo mi nombre:
Me llamo Alberto Cuabú,
y en cualquier parte soy hombre.
[…]
Porque de aquí a media noche
si es que aguantas el jolgorio,
con mucha pena te digo
celebrarán tu velorio.
TIMARAN
Un muerto no mata a un vivo,
ni un piande hiere aun caimán;
debe ser un gallo fino
el que venza a Timarán.
Te andas haciendo la pava,
escuelero; eres un niño;
eres como mi entenado,
pero te tengo cariño
[…]
CUABU
Negro, te tengo cariño,
me dices en tu cantar.
Así me decía una hembra
con la que me iba a cazar.
[…]
En verdad, soy un muchacho,
nada tengo aún de viejo,
por eso es que aquí compiten
Tío Tigre con el Conejo.
No traigo ninguna fama,
yo soy un pobre cantor,
pero para un Timarán
tengo y me sobra valor.
TIMARAN
No tengo, ñaño, la culpa
que me llamen buen cantor,
y si tanto te hormiguea
será que estás con dolor.
[…]
Y te lo vuelvo a alvertir,
aunque en arrogante raye:
Todo muchacho grosero
encuentra padre en la calle.
CUABU
Me has dado en la muela hueca,
esta es mi predilección,
pues, para mí, la mujer,
por sí misma, es la canción.
Para y limpia las orejas,
despercúdete el talento,
que ahora voy a cantar
Con todo mi sentimiento.
Escucha, pues, Timarán,
aguanta la acometida,
para que los jueces vean
quién se sube más arriba.
[…]
ESTAMPA DE MI MORENA
Cuando en alguna ocasión
ella sale a la ventana,
es igual a una mañana
recostada en un balcón.
se hace e agua cristalina,
las azucenas se agitan,
todas las islas crepitan,
y la alondra, feliz, trina.
Cuando ella sale a la calle,
por su cintura sonora
es lo mismo que la aurora
que desborda en la calle.
Allí empieza la alegría,
se vuelve azul el celaje,
le nace voz al paisaje
y el canto le brota al día.
Con esa gracia gitana
y esa sonrisa preciosa,
yo la proclamo a esta diosa
lucero de la mañana.
[…]
TIMARAN
Esto se lo dediqué
a una negra que quería,
una negra que se fue
de mis dominios un día.
SUPLICAS
Para mí son tus miradas
mi más codiciado anhelo,
pues tus pupilas doradas
parecen puertas del cielo.
Compláceme en este sueño:
Dame tus ojos, tu ser,
tu corazón, tu querer,
nombrándome ya tu dueño.
[…]
CUABU
Esto un día le canté
a una chica de la Sierra;
serrana, pero serrana
con alma de nuestra tierra
EL PRIMER PENSAMIENTO
Quisiera que llegara también para mí el día
en que acabe esta búsqueda incesante de Dios,
para pedirle, poniendo de rodillas la voz,
que por toda la vida me dé tu compañía.
[…]
Tal vez alguna tarde la mano del Destino
una el Sur de la Sierra con el Norte Marino,
y junte para siempre tu alma blanca a la mía.
Amo más hoy el Sur, porque tú estás en él,
porque vivo soñando en ti, que eres la miel
y el primer pensamiento que tengo cada día.
TIMARAN
[…]
Para ella, que es esmeraldeña
tiene que ser, de nación,
va dedicado este canto
que me dicta el corazón.
MUCHACHA ESMERALDEÑA
Manantial de dulzura, palmera esplendorosa,
muchacha hecha de selva, de ríos y de mar,
la Costa para en alguien poderse contemplar
de entre todos sus ángeles te hizo la más graciosa.
[…]
Muchacha esmeraldeña, dulce como la caña,
porque tienes de América, de África y de España.
y eres garbo hecho ola, tuyo es mi corazón.
CUABU
Si los poetas modernos
no hacen versos musicales,
sino versos como llamas,
crepitantes, desiguales,
es que va pasando el tiempo
de la insensible poesía,
y los poetas del pueblo
presienten un nuevo día.
Porque ahora, más que nunca,
sin compasión, al trabajo
se lo explota, los poetas
son amigos del de abajo.
Mas dejemos estas cosas,
y en la copla popular,
te pido cantes ahora
un canto vernacular.
TIMARAN
Cuando alguien me solicita
que cante sobre lo nuestro,
le pruebo, sin discusión,
por qué me llaman maestro.
LA GUALGURA
Era una noche cerrada,
noche negra, noche obscura,
como todo era negrura
no se veía casi nada.
[…]
Por sobre el río y los barrancos
cucuyos y candelillas
Restregaban sus cerillas
haciendo caminos blancos.
La obscuridad, como en zancos,
se encaramaba a lo alto
de los montes, en asalto,
y mientras todo moría
ella sola sonreía
andando de salto en salto.
[…]
Camino y oigo clarito
a una: gallina que llama
a sus hijos en la grama,
y oigo también los pollitos
respondiéndoles bajito.
[…]
Y me pongo a caminar
esa noche de menguante,
va la gallina adelante
y sin cesar de piar
van los pollitos tras su andar.
Lejos quedan los potreros,
se borran ya los luceros
atravieso cien guandales,
mas los pollos infernales
se pierden por los senderos.
subo cerros, bajo llanos,
parece que ya los cojo,
mas me echan tierra en los ojos,
y se me van de las manos.
¡Malditos! –grito-. ¡Razanos!
Pero siguen avanzando
y yo sigo caminando.
pasamos cañaverales,
peñas, cerros, manantiales,
y ellos se corren piando.
Y al cruzar por un potrero
oigo decir: -Anacleta,
pásame acá la escopeta,
parece que anda un cuatrero…
-¡Ey –le grito-, compañero!
¡Cuidado, compadre Juan!
¡Comadre, soy Timarán!
-Compa, ¿en esta noche espesa,
-dice-, sigue usté la presa,
como si fuera un hulán.
Sale el compa a la ventana,
fumando una gran congola,
y el humo hace una bombola
en su cabeza ya cana.
sale su hija, campirana,
que por linda y por lozana
se parece a una mañana,
y me pongo a relatar
como hasta acá vine a dar
desde allá de la bocana.
-Ponga otra vez atención,
compadre, -me dice el viejo.
a usté, que dizque es conejo,
en esta triste ocasión
lo ha engañao la visión.
lo que en esta noche oscura
ha seguido, es la gualgura…
Oigo esto, y casi me asusto,
y tiemblo, como un arbusto
abatido en la llanura.
Conversamos un momento
y prosigue cariñoso
el campesino canoso:
-Cualquiera que sea el tiempo,
haya lluvia o hay viento,
sale siempre a la llanura
por la noche, una gualgura,
como buscando un cristiano.
después se va por el llano
derramando su amargura.
-Adelante va la mama,
pían los pollos sin descanso,
y se van por el remanso
de la noche, llama y llama…
salimos a la ventana,
se agita en la noche obscura,
y se pierde en la espesura,
como un ave maldecida
que no topara guarida
que no topara guarida
en esta inmensa llanura.
Regreso al rancho, ligero,
y en aquella obscuridad
me entra la curiosidad
de mirar el gallinero.
Me acerco con el mechero,
voy a todas las esquinas,
y observo que las gallinas
paridas, las ponendoras
y hasta las pollas solteras
duermen tranquilas, cual niñas.
EL RIVIEL
De tanto esperar, dormido
se ha quedado el compañero
en el potro, y un lucero
a su lado está caído.
Le cuento lo sucedido,
y me dice: – Si usté pasa
pa’l otro lado de la casa,
onde la cerca hace juin,
lo envuelve el hojarasquin…
Por eso, ¡cuánto se atrasa!
Rápidamente alistamos
canaletes y atarraya,
y zigzagueando la playa
por al estero bajamos.
abajo nos internamos
por unas trochas estrechas,
mal trazadas, ya deshechas,
y, en tanto echan sus cantares
en el aire los manglares,
pasamos abriendo brechas.
Se ocultan ya los luceros,
se está cerrando el camino,
pero yo soy buen marino,
graduado en mares y esteros.
Me envidian los marineros,
pues sin saber Geografía
hago cualquier travesía,
y aunque me tape un gran tumbo
no me hace perder el rumbo
mi compás: la valentía.
Suenan las lisas subiendo,
parece que son manchones,
se esconden los camarones,
alguien los va persiguiendo.
La tiniebla va creciendo,
y -¡oh, sorpresa!- de repente
veo que sube la corriente
un hombre en una canoa
con una luz en la proa
que se me viene de frente.
-¡Jesús!, -exclama el proero-,
¡se nos encima el riviel!
¡Orce duro el potro! ¡Es él!
¡Ay, nos hunde el traicionero,
y aquí hay titibra y hay mero!
cae el potro, desmayado,
porque el riviel lo ha espantado.
bogo fuerte hacia delante,
viene el riviel acezante,
seguro de haber triunfado.
Siento que no sea de día
y se prive esta visión
cobarde, en esta ocasión
de ver lo que es valentía,
probando mi gallardía.
se viene como un ciclón
a buscar el encontrón.
Firme espero el abordaje
para mostrar el coraje
que tengo en el corazón.
A pesar de menguante
veo que su tolovera
es una gran calavera,
achatada, repugnante,
reseca y espeluznante.
Con sus manos sin carne toma
y lo maneja y lo doma,
como amarrado con soga,
un hueso con el que boga
y hace toda su maroma.
Pero el riviel pendenciero,
como ya ha oído mi nombre,
sabe que está frente a un hombre
y toma otro derrotero.
orzo entonces yo ligero,
echa espuma mi potrillo,
como sacándole brillo
al estero ennegrecido
bogo ya casi prendido
al potro mocho del pillo.
Bogo yo con toda mi ansia,
agua y viento voy rompiendo,
mas, con todo va creciendo,
a pesar de mi constancia.
Entre los dos, la distancia.
le grito que se presente,
aunque sea el diablo, de frente,
y colérico lo insulto,
pero ya solo es un bulto
que tramonta la corriente.
Veloz se bota a la orilla,
se mete en un totoral,
luego pasa a un lodazal,
y veo que su luz ya brilla
cual lejana candelilla.
Sale de la tembladera,
en fuga, como a carrera,
y a la vuelta de un estero
se me pierde el traicionero
en su canoa tan ligera.
Despiertan la madrugada
cantando las guacharacas,
Aalborotan, cual maracas,
los cerros y la hondonada.
Ahora siento ya pesada.
La canoa, pues el proero,
igual a un oso hormiguero,
sigue en el fondo tumbado,
mientras yo estoy agotado
de bogar por el estero.
Llego al paso avergonzado,
donde la gente curiosa
acude muy presurosa
a mirar lo que he pescado
-Buenos días, ¿qué le ha pasado?
-Compadre, ¿qué ha sucedido?
Mas con el ceño fruncido
les devuelvo su saludo,
y les digo lo que pudo
pasar, si otro hubiera ido.
A l potro van en seguida,
levantan al compañero
y van donde el yerbatero
a que lo vuelva a la vida.
La gente marcha sufrida,
porque el cargado está yerto;
pero el curandero experto
lo tiende en su damajagua,
y dice: – Es espanto de agua.
¡No se asusten! ¡No está muerto!
CUABU
Aunque mi patria es el mundo
soy nacido en Ecuador,
y como arde en mi sangre
puedo cantar su folklore.
Declaro que soy de aquí,
de esta tierra buena moza,
que satura mi canción
y la vuelve más hermosa.
LA TUNDA
Dejando atrás lo bocana
se fue la Ambrosía hacia adentro.
Crueles, sin alma, las piedras
en los pies se le incrustaba.
Mas la negra caminaba
para adentro del estero,
avanzando indiferente
por el agua de cristal.
Aunque sus aguas se iban
lentamente para abajo,
el estero era un pintor
que retrataba a esa hora
el paisaje en su esplendor.
En una vega, los guabos
agitaban en el viento,
como culebras, sus guabas.
En la opuesta, un naranjal
pregonaba su cosecha
en el potrero aturdido
con semejante fragancia.
Niños descalzos derriban
papayas casi maduras,
y salen todos corriendo
al mirar el propietario,
dejando todo caer
en el estero sus risas.
Más adentro muelen caña,
están haciendo panela,
azucarado está el aire,
azucarado el paisaje,
azucarados los brazos,
el trapiche, azucarado.
La Ambrosia sigue hacia adentro,
llevando envuelto en una hoja
de plátano, verde y fresca,
su fiambre de mazato,
y descubierta en la mano,
la batea de lavar oro.
¡Ah, mujeres campesinas
de las selvas de Esmeraldas,
que bregan igual a un hombre
sacando trozas de balsa,
cargando tagua en canastos,
o racimos de bananos
bajo los hombros fornidos;
Con el machete y el hacha
en desbrotes o desmontes,
llevando las plantaciones
adentro de la montaña;
luchando a brazo partido
en medio de la maleza;
que si sale una culebra
con valor la despedazan;
que si un tigre es el que sale
y hay que enfrentarlo, lo enfrentan.
[…]
A las cuatro de la tarde
brilla el contento en sus ojos;
un frasco blanco y pequeño
guarda el oro que ha lavado.
Ahora vuelve por la playa,
y al mirar el agua ve
los árboles tiritando
en el fondo del estero.
¡Ay, cómo se llena el rancho
¡Con la rabia de la Ambrosia!
Dice: -¡Este Julio, el travieso,
¡Otra vez se jue pa’abajo!
Lo busca por todas partes;
Julio Ayoví no aparece.
Una vecina le dice:
-Se lo habrá llevao la Tunda,
la pata de molinillo.
Se derrama el comentario
a lo largo y a lo ancho
de la aldea a cuyas puertas
está llamando la sombra.
Poco a poco van subiendo
la indignación y la pena.
Cuando la tarde fallece
en brazos de la pradera,
toda la villa es un puño,
toda la villa está unida
para rescatar a Julio.
[…]
A niña recién lavada
huele la mañana fresca.
La gente marcha al rescate
del muchacho secuestrado.
Los perros van adelante,
siguen los hombres después
con machetes y escopetas,
y alternando entre unos y otros
corren contentos los niños.
Por en medio de un guandal
un niño rompe la pena,
gritando todo contento:
-¡Por aquí sigue la seña,
¡La pata de molinillo!…
Llega con alas la Ambrosia,
llegan con alas los niños,
con alas llegan los hombres.
Se acercan todos, y en ruedo
ven en la tierra la huella:
La pata de molinillo
junto a un rastro normal.
Ladran lejano los perros,
sigue creciendo el contento.
La gente sigue la marcha
pegando al suelo los ojos.
Atraviesan matorrales,
dejan atrás espineros,
Caminan por gualangales.
Sigue ladrando los perros
y honrados cerros devuelven
el eco de sus ladridos.
-¡Tal vez los perros la hallaron!
-¡Vamos rápido al gudual!
Buscan por entre las guadúas,
pero los rastros se pierden
en la maleza apretada.
¡Ay, el gozo de la Ambrosia
¡Se empañó con la tristeza!
Ya llegó la caravana
al ladrido de los perros.
ningún animal se corre,
todos ladran en un punto.
Entonces todos los hombres
se alistan para el ataque,
y cercan un espinero
a fin e que no se escape.
Disparan sus escopetas
al aire, para asustarla
uno grita: -¡Por aquí
¡La Tunda ahorita corrió!
Va la gente hacia el lugar
indicado por el hombre,
pero la Tunda, veloz,
se pierde y nadie la encuentra.
Un muchacho, de entre todos,
se interna en un gran brusquero,
donde se cruzan las sombras
en medio de los bejucos.
Abre el monte con las manos,
se corren las lagartijas,
y pregona desde adentro:
-¡Aquí lo ha dejao la Tunda!
Entran como un ventarrón,
arrasando la malesa.
allí está Julio Ayoví,
tumbado sobre la tierra,
boca abajo, y atontado.
lo colocan boca arriba,
la Ambrosia lo agarra pronto,
pero el muchacho de nuevo
se vira sobre la tierra.
Como si fuera un salvaje.
Quiere correr hacia el monte,
huyendo de sus amigos;
pero todos lo detienen,
y entonces rompe a llorar.
De nuevo se desparraman
los ladridos de los perros,
golpeando incansablemente
las paredes de los cerros.
Regresan todos contentos,
la Ambrosia y Julio adelante,
los hombres van sonrientes,
y los perros, acezantes.
Entonces habla el pequeño:
-¡Mamá, si era como usté,
llevaba su mismo traje,
y me llamó por mi nombre,
por eso yo la seguí.
-Comadre, ¿no se lo dije?,
lo interrumpe doña Paula.
¡Esa es la Tunda, la mesma!
Que en el anteaño pasao,
se me lo trujo al Cirilo…
-Es la mesma, comadrita,
la pata de molinillo.
-¿Y te dio algo de comer?-,
preguntó la madre al chico.
-Bajó al estero, – le dijo-
Trajo camarones crudos,
los metió bajo la falda
y los sacó preparados.
-Ya ve, comadre, es la Tunda,
la pata de molinillo.
Llevando a Julio adelante,
arrebatado a la Tunda,
otra vez vuelve a la aldea
alegre la caravana.
JUEZ I
Digan su último berrido
que va a terminar ya el duelo,
y debe caer uno al suelo
encangado o malferido.
el público aquí reunido,
por lo visto y escuchado,
solicita que el Jurado,
ateniéndose a lo estricto,
proclame su veredicto
diciendo cuál ha triunfado.
[…]
JUEZ II
¿Quién ha dicho que termina
tan varonil competencia,
cuando recién la elocuencia
va creciendo cristalina?
¿Por qué cancelar la mina
si tras un esfuerzo duro,
nos brinda un metal tan puro
como el que estamos probando?
¿No estaremos incubando
aquí el verso del futuro?
[…]
JUEZ III
Voto por la conclusión
de este torneo singular
en que he podido apreciar
cómo puede el corazón
erguirse en una canción.
Como a los dos bien he oído,
también yo estoy convencido
que cada participante
debe, con voz arrogante,
dar su último berrido.
TIMARAN
CANTARES DE UN CAMPESINO
[…]
¡Caucho! – gritaron primero,
y fuimos a las entrañas
de las más viejas montañas,
para dar al extranjero
por miserable dinero
el jebe que nos pedía.
y al fin de la cauchería,
que a tanto caimán infló,
vi que mi mano quedó
sangrada, enferma y vacía.
[…]
CUABU
CANTO AL PUEBLO
[…]
Primero que nada quiero
delante del Tribunal
rendirle en forma cordial
un homenaje sincero
a Timarán, el versero,
cuyo canto es reflejo
del alma de nuestro viejo,
que, cumplido su destino,
hoy va por nuestro camino
diciéndonos su consejo.
[…]
JUEZ I EN NOMBRE DEL JURADO
Declaramos terminado,
como jueces, el torneo,
sin que ninguno el trofeo
para sí lo haya logrado;
que en esta arenga han ganado
solo el pueblo y su poesía.
Derramando su ambrosía
los dos podrían continuar
sin cansar ni descansar
hasta que amanezca el día.
Esta singular contienda
ha sido como una escuela,
en que dos gallos de espuela
dieron a su canto rienda.
Ninguno gana la prenda
de este varonil combate
QUE DECLARAMOS UN EMPATE,
pues ambos cantores son diestros,
duchos, expertos maestros,
mas ninguno al otro abate.
Nelson Estupiñán Bass
Duelo de Gigantes
Producción Gráfica 2001
1 comentario en “Contrapunteo Timarán y Cuabú”